Pataleta

on 27 de enero de 2012

Habitualmente, cuando siento el impulso de escribir, es por un arrebato lírico-existencial; el apuntalamiento de un ligue en ciernes, o una chuleta que me ayude a volver del Mercadona sin haber olvidado lo esencial. Hoy es distinto; es la indignación que me produce el curso de los acontecimientos de la política española lo que me da por abrir la espita de la presión interna y establecer comparaciones. Hace poco leí que el capitán Schettino (el fantasma del Concordia), había conseguido el respaldo casi unánime del resto de los paisanos de su pequeña localidad, mientras era denostado por 60 millones de personas en Italia. Esto mismo pasa con Camps, Costa y sus muchachos, absueltos por un jurado popular en la causa de los trajes, tras haber dejado a la comunidad en paños menores. Recuerdo también el juicio a un abertzale, con el procedimiento del jurado popular, y con las mismas consecuencias. En aquel caso, se celebró nuevamente el juicio, porque el veredicto no se ajustaba a los deseos de los poderes, judicial y político, y la jugada en la que pretendían que el propio pueblo vasco condenara a los suyos, les salió rana. ¿Harán lo mismo esta vez?, mucho me temo que no, porque se han salido con la suya a la primera.

Paralelamente a su obstinación en sustraer a "uno de los suyos" de la acción de la justicia, se aprontan a crucificar a un juez de la acera de enfrente, como castigo y aviso a navegantes.

Marta del Castillo, Fabra, Cristina de Borbón y un largo etcétera, no son precisamente medallas en el currículo de quienes, supuestamente, imparten justicia.

He oído que el ministro de justicia está dispuesto a dar un lavado de cara a la justicia; teniendo en cuenta las últimas deposiciones de este poder público, creo que debería lavarse otra parte del cuerpo jurídico, situada en el punto opuesto.