PACTO DE NO AGRESIÓN

on 20 de agosto de 2011


El mundo y yo, hemos llegado a un acuerdo de no agresión; un pacto entre caballeros, entre uno que intenta serlo y otro que nunca lo fue. El acuerdo consiste en que, yo no quiero comerme al mundo, y el mundo, que puede intentar quererlo si le place, tiene cada día menos posibilidades de atrarerme lo suficiente para el bocado. Así las cosas, los versos:

"... ama tu jardín, riega tus rosas,

el resto es la sombra,

de árboles ajenos"

se van instalando lentamente en mi espíritu decadente.

He portado teas en el pasado, y no descarto revivir aquel ardor cuando llegue la hora; pero voy a ahorrarme los prolegómenos, al menos mientras haga tanto calor. Es muy difícil cambiar el mundo con 65º Centígrados (30 a la mañana y 35 a la tarde). No enciendo la radio por lo monotemático de la actualidad informativa y el ímpetu de las narraciones deportivas; Nat King Cole es mejor compañía que cualquier sermón o escapada a tres kilómetros de meta.

Me gustan las canciones románticas por quienes las cantan bien; por eso el Sr.Cole tiene un sitio entre Tony Bennet, Rod Stewart, o Frank Sinatra.

No soy sin embargo un sentimental, un aforismo que escuché hoy, lo explica mejor que de lo que podría hacer yo:

El sentimentalismo es el fracaso del sentimiento

Estoy de acuerdo con él, a cualquier aspecto al que se incline uno con un cierto vicio, le hurtará la espontaneidad que podría encumbrarle como sentimiento o actitud.

Hace mucho calor, creo que desvarío.

2 comentarios:

Dol dijo...

Un poquito pero le entiendo muy bien ; este calor infame puede matar acualquier espíritu .
Besos.

Resquicios dijo...

No querer comerse el mundo indica que ha vivido usted muchas experiencias; las suficientes para demostrar una clarividencia que envidio: "el resto es la sombra de árboles ajenos". El problema es ése tentarnos del mundo (o más bien de los que ; sin reconocerlo, lo dirigen) no sólo con las sombras ajenas - que vestimos en nuestras ensoñaciones como propias- si no con otras mejores, más adjetivales que las de nuestros vecinos: siempre más. Y así; fatídicamente, nos convertirnos en un eterno deglutir.

Las guerras no son para el verano (ni para el invierno, que diría Napoleón). El otoño está a la vuelta de la esquina, y su música se me antoja buena compañera para compartir los estragos meteorológicos y portar entonces -nuevamente- teas o bazucas, si fuera menester.