Las ruedas torcidas del tiempo, siempre llegan a destino, y hoy alcanza esta bitácora su última estación. Mucho me hubiera gustado divagar sobre cuestiones ajenas a la realidad desagradable que ha coincidido con el período de este blog; pero fui incapaz de atender a esos bueyes perdidos que me son tan caros, y os he ofrecido un concierto de solo de pataleta y cuerdas, esas que a muchos de nosotros nos han atado de pies y manos y ligado a las vejaciones sufridas por todo un pueblo a cargo de sus deshonrosos representantes.
Apenas si he encontrado el sosiego necesario para intentar endulzar la existencia de otros con los néctares que a mi vez he libado un poco de aquí y otro poco de allá. Cada persona, hasta la más modesta tiene un tesoro destinado a nosotros. Con lo que ha visto y aprendido podría quizás elaborar una pócima que nos deleite aunque sea unos minutos; porque no sólo estamos aquí para cumplir con nuestro deber, como sostenía Bismarck, el Canciller de hierro, sino para hacerlo en la medida que podamos generar el mayor bien posible para todos. Todos estos hombres de metal (afectos sobre todo al oro), suelen describir su gestión como: "Política con mayúsculas" cuando en realidad hacen política con esdrújulas: Corrupción, desmantelamiento, bravuconería y abuso.
Viví en el pasado la violencia, porque de donde yo vengo, a veces no queda otro recurso para oponerse a quienes la ejercen desde el Estado, y os aseguro que no es recomendable como marco vital. He vivido en España tres décadas de paz; pero últimamente, vuelven a mí los fantasmas del pasado, encendiendo mi ánimo ajado y animándome a pensar en cosas que nunca deberían volver a ocurrir. ¡No, no es que me eche al monte y este post sea el anuncio de mi pase a la clandestinidad!; en cualquier caso, me he sentido clandestino la mayor parte de mi vida en algunos aspectos, porque a veces pareciera que sólo la estupidez y el borreguismo se acepta como virtud social por los que mandan.
Os deseo, a los pocos que me honráis con vuestras visitas y comentarios, que no se haga el desánimo con vosotros, y aprovechéis cualquier triquiñuela para ser felices.